lunes, 17 de enero de 2011

El efecto Yo-Yo

El efecto yo-yo,o lo que es lo mismo, la recuperación del peso perdido después de realizar una dieta, es siempre uno de los casos más temidos y por desgracia también uno de los más recurrentes. Normalmente esta ganancia del peso se atribuye a una mala elección de la dieta que debemos realizar  y/o al abandono de los hábitos adquiridos. Sin embargo, sea por una razón u otra, la raíz del problema la encontramos nuevamente en un desajuste hormonal.

En este caso se trata de dos hormonas con funciones contrarias: la leptina - hormona inhibidora del apetito- y la grelina - hormona que estimula la sensación de apetito-. Ellas (en conjunto con otras moléculas) son las encargadas de llevar hasta el hipotálamo la información sobre nuestro estado nutricional. Voy a presentarlas a ambas.

La leptina se fabrica mayoritariamente en el tejido graso y es la encargada de trasmitir al cerebro cuando nuestro cuerpo ha recibido suficiente comida y por tanto debe inhibir la sensación de apetito. Está relacionada con los niveles de insulina. Así pues, cuando ingerimos alimentos la insulina aumenta, estimulando la producción de leptina que sale al torrente sanguíneo y se dirige al cerebro transmitiendo la información de saciedad.

La grelina por el contrario se sintetiza en el estómago y duodeno y los niveles aumentan justo antes de las comidas (hay más producción cuanto más tiempo de ayuno transcurre) dando a nuestro cerebro la información de que hay que comer y por tanto activando el apetito. Una vez ingerimos alimentos, los niveles de grelina disminuyen también.

Recientemente se ha demostrado en un nuevo estudio que personas con niveles altos de leptina y niveles bajos de grelina son más propensas a recuperar el peso después de un tratamiento dietético. Si paramos a pensar un minuto, esta información puede parecer errónea, sin embargo no lo es. Las personas con  sobrepeso tienen ciertamente niveles elevados de leptina comparados con individuos sanos sin embargo, esto no se traduce en un aumento de la saciedad debido a que el cerebro se vuelve insensible a la hormona. También tienen niveles de grelina más bajos, de manera que su apetito debería ser menor, pero al perder peso, los niveles aumentan. Cuanto más pérdida de peso, más secreción de grelina y aparece de nuevo la sensación de hambre tan común cuando se realiza una dieta.

Los autores de este estudio deducen de esta información obtenida que habría personas más resistentes a los beneficios de una dieta y la respuesta al tratamiento estaría predeterminada por las características propias de cada paciente. A éstos, se les podría identificar antes de empezar un programa dietético analizando los niveles plasmáticos de estas hormonas y así diseñar planes específicos.

No obstante, no se sabe aún con certeza cómo se llega al desajuste de estas hormonas y faltan muchos estudios hasta que podamos diseñar tratamientos dietéticos eficaces en los que se pueda controlar los niveles de leptina y grelina, lo que si se sabe es que una vez instaurado el exceso de peso es muy difícil  retornar a un estado saludable. Las alteraciones del tejido graso ocasionan respuestas adaptativas defensivas dirigidas a recuperar el nivel anterior haciendo que haya un aumento del apetito ( más producción de grelina) y una disminución de la tasa metabólica proporcionales a la cantidad de peso perdido.

Esta información pone de manifiesto nuevamente la necesidad de recurrir a dietas en los que la pérdida de peso sea muy progresiva, que no haya muchas horas de ayuno para controlar mejor el apetito y que se complementen con ejercicio físico para aumentar el gasto metabólico.  También se deduce la necesidad de que los cambios sobre nuestros hábitos alimentarios deben poder ser mantenidos en el tiempo pues iniciar y abandonar una dieta es un factor que sin duda influye en el descontrol de las hormonas responsables del efecto yo-yó.


 

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