Siguiendo un poco el hilo de la entrada anterior y para ejemplificar que nutrición y bioquímica son ciencias muy unidas entre si, esta semana quería escribir sobre este tema fundamental a la hora de poder mantener la salud de nuestro cuerpo.
Como ya dije, a cada instante ocurren en nuestro cuerpo reacciones necesarias para la vida. Para que éstas se puedan llevar a cabo, se necesitan unas condiciones óptimas en las cuales, la reacción determinada, puede realizarse efectivamente. Estas condiciones óptimas necesarias son varias, pero la que ocupa esta entrada se refiere al pH. El pH mide los niveles de acidez o de alcalinidad de los tejidos en una escala que va de 1 - muy ácido- a 14 - muy básico-, siendo 7 el punto neutro.
A su vez, los alimentos también tienen unos niveles de acidez o de alcalinidad propios, no obstante, una vez ingeridos son metabolizados hasta moléculas que llegan al torrente sanguíneo y producen distintas reacciones que favoreceran que la sangre se torne más ácida o más básica.
La sangre es el medio líquido más sofisticado, pues transporta todas las sustancias de nuestro organismo, sin embargo, su margen de eficiencia es muy estrecho, debe encontrarse siempre a unos niveles de pH entre 7.35 y 7.45 -es decir, ligeramente alcalino-.
La alimentación que seguimos en el mundo occidental, en la actualidad, rompe este equilibrio, pues basamos nuestra alimentación en productos que dejan un residuo ácido en el cuerpo. Estos alimentos son, principalmente, productos proteicos (carnes y pescados ricos en purinas, ácido láctico y úrico), quesos y embutidos, cereales (arroz, pasta y sus derivados ricos en carbono), alimentos dulces o con mucho azúcar, café, refrescos y el alcohol.
Al contrario, los alimentos que forman sustancias básicas son principalmente las verduras y las frutas. Gracias a su alto contenido en minerales como el calcio, potasio, sodio o cloro pueden combinarse con otros ácidos y dar como resultado sales que alcalinizan la sangre.
Al contrario, los alimentos que forman sustancias básicas son principalmente las verduras y las frutas. Gracias a su alto contenido en minerales como el calcio, potasio, sodio o cloro pueden combinarse con otros ácidos y dar como resultado sales que alcalinizan la sangre.
El exceso de ácido se denomina acidosis y para contrarrestarlo el cuerpo dispone de tres mecanismos: a través de la respiración, a través de la orina y neutralizando las sustancias ácidas con sustancias básicas que captura de las células - cuando nuestra dieta no nos aporta la cantidad suficiente de los minerales básicos, el cuerpo debe cogerlas de estructuras ya formadas como las membranas celulares-. A pesar de estos mecanismos, cantidades mínimas de ácido son suficientes para causar lesiones en nuestro cuerpo.
Investigaciones recientes aseguran que enfermedades actuales pueden tener su origen en estos desequilibrios ácido - básico. El ácido se deposita fundamentalmente en el tejido conectivo provocando su degeneración. Es por eso, que enfermedades como la artritis, la fibromialgia, la gota o la osteoporosis son tan frecuentes - el exceso de ácido se neutraliza captando calcio de los huesos-. Un exceso de ácido también ataca a la piel, pues la sudor se torna más ácida y produce enrojecimientos y pruritos. Corazón y sistema nervioso también se ven afectados y el origen de muchas ansiedades, insomnios y alteraciones cardíacas pueden encontrarse en este aspecto. Por último, también se ha investigado la relación pH- cáncer, y se ha observado que las células cancerosas pueden desarrollarse mejor en ambientes ácidos.
La conclusión a la que llegamos es la misma para varios aspectos de nuestra salud. Una alimentación adecuada basada en el consumo suficiente de verduras y frutas, así como un equilibrio entre el resto de nutrientes es un pilar básico cuando se quiere evitar la enfermedad o por lo menos, mejorar el pronóstico de la misma.