Es el tema de moda. Todo el mundo habla de ella, todo el mundo tiene una opinión y es por eso que tampoco podía faltar una entrada dedicada a esta famosa crisis en mi blog. Las consecuencias a nivel social de la crisis son conocidas (y a veces sufridas) por la mayoría: desempleo, problemas económicos, menos servicios en sanidad y educación, privatización de entidades, menos recursos en investigación e innovación, menos productividad.... la lista podría ser muy larga. Pero ¿cómo afecta la crisis a nivel individual?, ¿está preparado nuestro cuerpo para esta situación?
Si miramos a nivel individual, esta crisis está aumentando el número de personas con depresión, ansiedad, agresividad, nivel de autoestima bajo , temor... ¿esto se debe a la situación actual o es una respuesta de nuestro organismo? Desgraciadamente, esta situación que llevamos viviendo desde hace bastantes meses ya, provoca respuestas en nuestro organismo que no hacen sino alargar la lista de consecuencias negativas que ya conocemos.
A nivel interno, estos nervios, ansiedad, temor etc, hacen que aumente el nivel de estrés en nuestro cuerpo. El estrés en cierta medida es bueno, pues pone en marcha mecanismos que nos ayudan a salvar situaciones difíciles, nos abastece de energía para que el cuerpo pueda hacer frente a esta situación y rebaja nuestra percepción del dolor para poder actuar. No obstante, un nivel de estrés continuado deja ya de ofrecer sus beneficios y nos produce cambios corporales perjudiciales. El cortisol es la hormona responsable de todos estos cambios.
El cortisol se produce en las glándulas suprarenales a partir del colesterol en respuesta a una situación de estrés. Es la hormona glucocorticoide más importante. Se segrega durante la mañana después de despertarnos y al atardecer - dos situaciones estresantes para nosotros, la primera de sobras conocida y la segunda, debido a factores evolutivos-. La regulación de la síntesis de cortisol la lleva a cabo otra hormona denominada corticotropina, segregada en la hipófisis. Cuando nos encontramos ante una situación de estrés - físico o psíquico-, miedo, dolor o cansancio, aumentan los niveles de hormona corticotropina y esto produce que la secreción de cortisol aumente. Su beneficio más conocido es el de actuar como antiinflamatorio, ya que impide la liberación de sustancias que causan inflamación, no obstante, su secreción continua produce efectos indeseados.
A la larga, este exceso de cortisol produce debilidad en el sistema inmunitario evitando la proliferación de linfocitos imprescindibles para la respuesta inmunitaria. Esto nos hace más susceptibles a la hora de sufrir algunas enfermedades.
Además, reduce la absorción de calcio a nivel intestinal afectando esto al metabolismo óseo y favoreciendo la osteoporosis. También provoca un aumento de la tensión arterial debido a que evita la pérdida de agua y de sodio a nivel renal.
A nivel metabólico, induce a un estado de catabolismo general en la que hay destrucción de grasas y proteínas para formar glucosa. Con esto, la consecuencia es una hiperglucemia constante. También aumenta la sensación de apetito y su concentración elevada favorece la obesidad.
A parte de todo lo mencionado, la situación se agrava continuamente pues, como este nivel de estrés no disminuye, el cuerpo sigue aumentando la secreción de cortisol. En un principio, este cortisol se encuentra en su forma inactiva y es necesaria una enzima para transformarlo en la forma activa. Esta enzima se encuentra mayoritariamente en el tejido adiposo visceral. Es por eso que, además de todas las consecuencias negativas mencionadas, se produce también una mayor acumulación de grasa visceral. La grasa localizada en esta zona (zona del abdomen que recubre los órganos vitales) es la más peligrosa pues su exceso impide un correcto funcionamiento de hígado, corazón, páncreas,etc..
Estamos frente a una situación difícil, pero también encontramos todas estas respuestas cuando la situación es contraria, cuando vamos muy agobiados por la cantidad de trabajo y/o tareas que debemos realizar durante el día. En situaciones desfavorables es bueno no sumar más problemas a los que ya tenemos es por eso que este refrán popular me viene de perlas con lo que quiero transmitir, ahora más que nunca: AL MAL TIEMPO, BUENA CARA!
A nivel interno, estos nervios, ansiedad, temor etc, hacen que aumente el nivel de estrés en nuestro cuerpo. El estrés en cierta medida es bueno, pues pone en marcha mecanismos que nos ayudan a salvar situaciones difíciles, nos abastece de energía para que el cuerpo pueda hacer frente a esta situación y rebaja nuestra percepción del dolor para poder actuar. No obstante, un nivel de estrés continuado deja ya de ofrecer sus beneficios y nos produce cambios corporales perjudiciales. El cortisol es la hormona responsable de todos estos cambios.
El cortisol se produce en las glándulas suprarenales a partir del colesterol en respuesta a una situación de estrés. Es la hormona glucocorticoide más importante. Se segrega durante la mañana después de despertarnos y al atardecer - dos situaciones estresantes para nosotros, la primera de sobras conocida y la segunda, debido a factores evolutivos-. La regulación de la síntesis de cortisol la lleva a cabo otra hormona denominada corticotropina, segregada en la hipófisis. Cuando nos encontramos ante una situación de estrés - físico o psíquico-, miedo, dolor o cansancio, aumentan los niveles de hormona corticotropina y esto produce que la secreción de cortisol aumente. Su beneficio más conocido es el de actuar como antiinflamatorio, ya que impide la liberación de sustancias que causan inflamación, no obstante, su secreción continua produce efectos indeseados.
A la larga, este exceso de cortisol produce debilidad en el sistema inmunitario evitando la proliferación de linfocitos imprescindibles para la respuesta inmunitaria. Esto nos hace más susceptibles a la hora de sufrir algunas enfermedades.
Además, reduce la absorción de calcio a nivel intestinal afectando esto al metabolismo óseo y favoreciendo la osteoporosis. También provoca un aumento de la tensión arterial debido a que evita la pérdida de agua y de sodio a nivel renal.
A nivel metabólico, induce a un estado de catabolismo general en la que hay destrucción de grasas y proteínas para formar glucosa. Con esto, la consecuencia es una hiperglucemia constante. También aumenta la sensación de apetito y su concentración elevada favorece la obesidad.
A parte de todo lo mencionado, la situación se agrava continuamente pues, como este nivel de estrés no disminuye, el cuerpo sigue aumentando la secreción de cortisol. En un principio, este cortisol se encuentra en su forma inactiva y es necesaria una enzima para transformarlo en la forma activa. Esta enzima se encuentra mayoritariamente en el tejido adiposo visceral. Es por eso que, además de todas las consecuencias negativas mencionadas, se produce también una mayor acumulación de grasa visceral. La grasa localizada en esta zona (zona del abdomen que recubre los órganos vitales) es la más peligrosa pues su exceso impide un correcto funcionamiento de hígado, corazón, páncreas,etc..
Estamos frente a una situación difícil, pero también encontramos todas estas respuestas cuando la situación es contraria, cuando vamos muy agobiados por la cantidad de trabajo y/o tareas que debemos realizar durante el día. En situaciones desfavorables es bueno no sumar más problemas a los que ya tenemos es por eso que este refrán popular me viene de perlas con lo que quiero transmitir, ahora más que nunca: AL MAL TIEMPO, BUENA CARA!
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