lunes, 23 de enero de 2012

Objetivo: ganar músculo.

Todos conocemos a estos deportistas que hacen vida en el gimnasio. Sus rutinas habituales solo incluyen el levantamiento de pesas y su objetivo principal y normalmente único es el de aumentar su masa muscular. Los vemos a menudo con sus batido de proteínas y si los escuchas, normalmente hablan de alimentación y trucos que han oído o les han comentado para conseguir más músculo. Parece que sepan todo lo que hay que hacer para alcanzar esa meta. No obstante, aunque pueda parecer un tema común sobre el que todo el mundo puede dar unas pautas, si miramos en la literatura científica vemos que aún hay incógnitas y que mucho de lo que se hace no queda demostrado en los estudios que se llevan a cabo.

Como todo, y nunca me cansaré de decirlo, es necesario un buen seguimiento por parte de profesionales para lograr nuestro objetivo. En este caso, es básico que alguien nos lleve una planificación del trabajo que debemos hacer y un dietista que nos indique qué suplementos tomar, cómo y cuándo, pero además que nos diga también cómo debe ser nuestra alimentación el resto del día pues ésta también va a influir en la consecución del objetivo.

Una vez dicho esto, lo primero que uno piensa es que para aumentar músculo solo debemos aumentar la cantidad de proteínas que ingerimos. Esto es un error pues si ingerimos la misma cantidad de energía, esta proteína no será utilizada para generar más tejido sino que el cuerpo la usará como sustrato energético. Por el contrario, para que la proteína haga su función correctamente debemos aumentar nuestra ingesta calórica total en aproximadamente 500-1000 calorías diarias según cada caso.

La siguiente pregunta a formularse sería la de cuánta proteína necesitamos. La respuesta depende de varios factores: del peso y composición corporal de la persona, del nivel de actividad física que realice y del objetivo que se quiera lograr. Muchas veces podréis leer que para este tipo de personas es necesario un consumo de 1.8g hasta 2.5 g por Kg de peso y día (expresado 1.8g/kg/día). Sin embargo hay que decir que dar valores de este tipo no sirven de nada, pues lo importante es aportar esta proteína en el momento clave e ir ajustando la cantidad a cada persona según vaya variando su composición corporal.

El paso próximo es elegir el tipo de suplemento que hay que tomar. Actualmente la oferta de suplementos proteicos es enorme y todos tienen sus ventajas e inconvenientes. Yo me quedaría simplemente con la proteína del suero de la leche ya que ésta se absorbe fácilmente en la sangre, aporta todos los aminoácidos esenciales y aporta también aminoácidos ramificados. Podríamos decir que es la proteína más completa. Por otro lado, si nuestra actividad fuera más moderada nos podríamos decantar por tomar simplemente aminoácidos esenciales. Otro tipo de suplementos que podemos encontrar y que yo descartaría serían los suplementos de proteínas entera - tipo proteína de soja- ya que éstos tienen una absorción más lenta, pueden no contener todos los aminoácidos esenciales y al ser digeridos los diferentes aminoácidos hacen competencia entre si para ser absorbidos.

Esta proteína debemos aportarla antes y después de nuestra sesión de ejercicio. Aunque en estudios se ha observado que el efecto es el mismo tanto si se consume en un  momento que en otro, la mayoría de expertos coinciden en repartir la toma en 2 veces. Una primera toma sola unos 30-40 minutos antes de empezar la sesión y otra toma inmediatamente después junto con una bebida que contenga hidratos de carbono.  Con esto se consigue una alta disponibilidad de aminoácidos en la sangre que favorece la síntesis de nuevo tejido. Tomar los suplementos en otro momento no nos serviría de nada, pues la proteína no es un nutriente que se acumule en el cuerpo y por tanto, no va a realizar la función que queremos.

Por otro lado, hemos comentado también que es importante cuidar de nuestra alimentación a lo largo del día. Es muy importante evitar los estados de catabolismo - destrucción de tejido- pues la proteína muscular se usaría en este caso como sustrato energético y por tanto estaremos perdiendo músculo. Para evitar esto hay que comer 5 veces al día e incluir en cada una de las tomas algo de proteína; carne, pescado, huevos y legumbres en las comidas principales y lácteos desnatados, quesos u otros embutidos magros o cereales en el desayuno y entre horas. Así mismo, debemos asegurarnos de cubrir la demanda extra energética vigilando al mismo tiempo nuestro aporte de grasas.

Por último, consumir un exceso de proteína comporta unos riesgos para la salud y conviene estar atentos. Un consumo muy elevado de proteínas puede causar daño hepático y renal, puede disminuir nuestra densidad ósea, producirnos lesiones y osteoporosis, provocar alteraciones cardiovasculares, obesidad e incluso cáncer. Es por todos estos motivos de la necesidad de un profesional que nos evite estos riesgos.



martes, 17 de enero de 2012

Nutrición + genética = NUTRIGENOMICA

La nutrición es una ciencia joven que avanza rápidamente. Durante la corta trayectoria de esta ciencia se han dado recomendaciones que luego han tenido que corregirse conforme nuevos estudios iban aportando nuevos datos. Un claro ejemplo de esto está en la grasa, hace unos años se recomendaba disminuir la grasa total de la dieta. Hoy sabemos qué grasas debemos potenciar y cuales reducir. El huevo también es un alimento que ganó mala fama y sin embargo ahora queremos aumentar su consumo.

Todos estos cambios han provocado que la gente esté confusa, que no sepa qué fuentes debe escuchar ni qué pautas debe seguir. También ha provocado que la figura del dietista no goce de la buena reputación que debe y que no esté consolidada su figura dentro del sistema sanitario.

Pues bien, nos encontramos nuevamente ante las puertas de más avances que pueden volver hacernos cambiar cosas que hoy por hoy damos por seguras. Se trata de la nutrigenómica, una nueva rama de la nutrición que abre nuevas posibilidades y nos acerca a un mejor entendimiento de la nutrición a nivel individual. La nutrigenómica estudia el efecto que los nutrientes y los demás componentes alimentarios tienen sobre los genes. Su objetivo sería la nutrición perfecta.

Puesto que no todos los individuos somos iguales, está claro que unas recomendaciones dietéticas generales como hasta ahora estamos dando pueden no afectar de la misma manera a todos, de hecho, seguir unas mismas pautas puede aportar a una persona salud y a otra enfermedad. Esto es así a causa de nuestro código genético diferente. La nutrigenómica trata por tanto de esclarecer la relación entre nutrientes y genes para poder ofrecer unas pautas nutricionales individualizadas según este código genético único a cada individuo.

Sabemos que el entorno en el que vivimos influye sobre los cambios genéticos que se producen y nos ayudan a adaptarnos mejor a este entorno. En este sentido, la alimentación que seguimos aporta información de nuestro entorno a nuestro código genético y esto provoca que algunos genes se expresen y otros no, contribuyendo de esta manera a una mejor adaptación al lugar donde vivimos.


Un ejemplo de esta interacción entre nutrientes y genes es la tolerancia a la lactosa que se ha desarrollado en la mayoría de población europea  y sin embargo, desaparece después de la infancia en otras partes del mundo, en Asia por ejemplo. Cuando se empezó a domesticar el ganado y se empezó a consumir su carne y su leche, se produjo una mutación en algunos individuos de manera que el gen de la lactasa (la enzima que digiere la lactosa) permanecia activado en la edad adulta. Esto supuso una gran ventaja y estas personas conseguían un mejor estado nutricional y por tanto una mejor adaptación al entorno y menos riesgo de enfermedades. Al ser una mutación positiva, ésta ha seguido persistiendo de generación en generación de manera que aún hoy en día se sigue sucediendo su transmisión de padres a hijos.

De la misma manera que ocurrió con la lactosa, también otros nutrientes desempeñan un papel importante en la expresión de algunos genes. Actualmente, las investigaciones en este campo se centran mayoritariamente en el estudio de la forma con la que las grasas alimentarias modulan las concentraciones plasmáticas de lípidos y qué genes están implicados. Con esto se quiere conseguir aportar más información para el tratamiento de la obesidad y las enfermedades cerebrovasculares que tanta prevalencia tienen en nuestra sociedad.

Así pues nos encontramos ante nuevos retos y nuevos caminos. Parece ser que el futuro pasa por tener cada uno su propia targeta genética con la que sistemas especializados prodrán detectar las particularidades del genoma de cada persona y a partir de esto dar unas recomendaciones nutricionales para favorecer un estado de salud. De una manera sencilla, gracias a los avances de la nutrigenómica, podremos saber qué alimentos aumentan la expresión de nuestros "genes de salud" y disminuyen nuestros "genes de enfermedad". Esto no obstante, va a ir acompañado también de un cambio de mentalidad en la que cada persona deberá responsabilizarse individualmente de su alimentación. Habrá que estar atentento a cómo evolucionan los estudios y ver qué nos depara el futuro.

Os dejo este vídeo para saber más sobre este tema, de la mano de uno de los investigadores en nutrigenómica más impotantes: