lunes, 17 de octubre de 2011

La ruta del colesterol.

Se está convirtiendo en un hecho común que en muchos pueblos haya caminos ocupados especialmente por gente mayor a los cuales se les acaba conociendo por el nombre que da título a esta entrada. Desgraciadamente, muchas veces el impulso que lleva a estas personas a iniciar esta ruta es precisamente un toque de atención del médico: que debemos bajar peso,  que nos ha salido el azúcar alto o que tenemos la tensión por las nubes o que los niveles de colesterol "malo" son demasiado elevados. 

Esta semana quiero hablar de una manera muy sencilla de la verdadera ruta del colesterol. Aquella que ocurre dentro de nosotros y que según los hábitos que adoptemos podemos desequilibrar y provocar desajustes que nos pueden dar algún susto.

En primer lugar hay que dejar claro que el colesterol es una grasa esencial dentro de nuestro organismo. Forma parte de las paredes celulares, es necesario para la absorción de las grasas a través de las sales biliares, es precursor de algunas hormonas sexuales y también es necesario para la fabricación de la vitamina D. Es por todo esto que nuestro cuerpo se encarga de fabricar colesterol dentro de cada célula. Esta constituye la fuente endógena de colesterol, la otra, la que podemos controlar, es la fuente exógena, nuestra alimentación.

El colesterol que encontramos en el intestino delgado proviene por tanto de los alimentos que comemos, de las sales biliares necesarias para la absorción de las grasas y de la descamación de las células intestinales. Parte de este colesterol se absorbe y llega al hígado (la otra parte es eliminado por heces). Desde el hígado, el colesterol y las demás grasas (triglicéridos mayoritariamente) son distribuidas al resto de tejidos englobadas en una proteína (ya que no pueden circular de manera libre por la sangre), ésta recibe el nombre de VLDL - very low density lipoprotein-.  A medida que la proteína va dejando estas grasas en los diferentes tejidos, su densidad aumenta hasta LDL - low density lipoprotein-.

La captación del colesterol por parte de las células periféricas (no hepáticas) depende básicamente de sus necesidades y de la propia producción, por tanto, las células tienen un límite de captación de colesterol. En este punto es donde empiezan los problemas.

Si consumimos un exceso de colesterol o de grasas saturadas hay más cantidad de LDL, no obstante, la célula solo cogerá aquello que necesita. Esto significa que todo el colesterol sobrante volverá al hígado. El hígado destinará una parte a la formación de sales biliares y a su transformación en otras moléculas. El colesterol sobrante vuelve a la sangre en forma de LDL. Las células no necesitan más colesterol, las LDL vuelven al hígado, de ahí a la sangre, de ahí al hígado otra vez.... es decir, aquí está la verdadera ruta del colesterol.

El peligro aparace una vez éstas LDL están en la sangre ya que son susceptibles de ser dañadas. Una vez dañadas pierden su función y se adhieren a la pared de los vasos sanguíneos, a lo que el cuerpo responde mandando glóbulos blancos que se adhieren también a las LDL dañadas queriendo poner una especie de parche. El resultado de todo esto es la formación de una placa de ateroma que dificulta el paso de la sangre a través de esa arteria o vena dañada.


La mayor o menor gravedad de esta situación depende de dos factores. Uno de ello es el lugar en el que se forma la placa; si es un vaso sanguíneo grande los problemas no se notarán, sin embargo, si esta placa se instala en el corazón puede provocar insuficiencia cardíaca. El otro factor que puede desencadenar una situación grave es el movimiento de esta placa. En un determinado momento, la placa puede desprenderse y circular por la sangre. Mientras circula por vasos grandes ningún problema pero puede llegar a vasos más estrechos del corazón o del cerebro y provocar una isquemia o una embolia.

Pero ¿Y dónde queda el colesterol bueno? El colesterol HDL -high density lipoprotein- el bueno, es el encargado de la función contraria, transportar el colesterol de los tejidos hacia el hígado para que este lo utilice transformándolo a otras sustancias. De alguna manera su función se asemeja a la de un limpiador. Tener el colesterol HDL alto es por tanto una garantía de que habrá menos colesterol total circulando en sangre. No obstante, tener el HDL alto y tener el LDL alto también supone el mismo riesgo para la salud.

La última pregunta sería, ¿y cómo podemos bajar nuestros niveles de LDL? Pues ya que sobre la producción endógena no podemos influir, debemos controlar la fuente exógena, la dieta. El primer consejo sería restringir las grasas en general, sobretodo la de la carne, productos precocinados y alimentos tipo bolleria. Si disminuimos la cantidad de colesterol que entra, solo dependemos del colesterol que fabricamos. Otro consejo sería incluir abundantes frutas y verduras en la dieta ya que estos alimentos son ricos en antioxidantes, así conseguimos disminuir el riesgo de que las LDL puedan ser dañadas. Utilizar el aceite de oliva virgen como grasa principal y comer pescado azul dos dias a la semana seria otra recomendacion saludable.